El uso del roble portugués en la crianza de vinos está ganando fuerza entre los productores lusos que buscan reflejar con fidelidad el carácter de su territorio. Esta tendencia, que supone una vuelta a lo local, se posiciona como una alternativa interesante frente a las tradicionales barricas de roble francés o americano.

Una madera con alma portuguesa
Según Francisco Toscano Rico, presidente de Wines of Lisboa, el roble portugués (quercus pyrenaica) se caracteriza por su densidad y baja porosidad, lo que favorece una maduración lenta y controlada del vino. Esta cualidad permite obtener vinos más longevos, donde la madera no enmascara los aromas y sabores de la uva, sino que aporta matices únicos de identidad local.
La bodega Quinta do Gradil, cerca de Lisboa, fue pionera en incorporar esta madera a su proceso de elaboración. Los resultados con variedades como Tannat y Alicante Bouschet han sido tan positivos que han motivado a otros viticultores a experimentar con ella.

Vinos más auténticos y expresivos
El enólogo António Ventura, de Quinta de Atela, defiende el uso del roble portugués con variedades de alto contenido en taninos como Sousão o Caladoc. En su experiencia, esta madera permite crear vinos tintos intensos y con carácter, pero sin disfrazar la fruta ni el terroir. También ha trabajado con blancas como Arinto y Chardonnay, aunque reconoce que no todas responden igual de bien a esta crianza.
En regiones como Douro, Lisboa o Alentejo, esta madera local está encontrando su sitio. Carcavelos DOC y Lourinhã DOC también han comenzado a incorporarla en vinos de gama alta, en busca de frescura, mineralidad y una evolución más pausada.
Apuesta por la sostenibilidad
La elección del roble portugués no solo responde a criterios organolépticos. También representa un compromiso con la sostenibilidad y el respeto por el entorno. Su uso reduce la huella de carbono derivada de la importación de maderas extranjeras y promueve una economía circular al incentivar la gestión forestal local.
Además, el país cuenta con una enorme riqueza forestal. Portugal alberga un tercio de la superficie mundial de alcornoque (quercus suber), cuya corteza se utiliza para fabricar tapones de corcho. Este árbol, especialmente abundante en Alentejo, también es valorado por su resistencia natural al fuego, una característica vital ante el aumento de incendios.
Un nuevo lenguaje para los vinos portugueses
Productores como Quinta da CasaBoa, Adega de São Mamede y Quinta do Carneiro ya utilizan barricas de roble nacional con resultados notables. Para los vinos blancos, especialmente los elaborados con Arinto, esta madera aporta color pajizo claro y frescura muy apreciadas por el consumidor actual, alejado del gusto por los tonos topacio intensos del pasado.
La tendencia hacia el uso del roble portugués en la crianza de vinos está redefiniendo el perfil de los vinos lusos. Aporta autenticidad, refuerza la identidad de las regiones vitivinícolas y ofrece una vía sostenible para continuar innovando sin perder el vínculo con la tierra.