El sector vitivinícola utiliza el dióxido de azufre con gran moderación, pero la presión de los consumidores y las advertencias sanitarias impulsan la búsqueda de alternativas.

La Paradoja del SO2: Uso Moderado vs. Percepción Pública
El dióxido de azufre (SO2), o sulfitos, es el aditivo más común y funcional en la elaboración moderna del vino, actuando como potente antioxidante y antimicrobiano. Sin estas propiedades, la calidad y la estabilidad del vino durante su almacenamiento se verían seriamente comprometidas.
Sin embargo, el uso de SO2 se encuentra en un momento de intenso debate debido a la presión de los consumidores por productos con menos aditivos y a la confusión generalizada sobre sus efectos. El informe publicado por Vinetur revela una paradoja clave: aunque la regulación de la OIV establece límites máximos amplios (entre 150 y 400 mg/L), los análisis demuestran que cerca del 90% de la industria opera con amplios márgenes de seguridad, situando los niveles medios de SO2 total entre 60 y 130 mg/L. Pese a esta moderación, persiste la creencia errónea de que los vinos contienen la máxima cantidad permitida por ley.
Desmintiendo la Cefalea: La Culpa no es del Sulfito
Uno de los mitos más persistentes es la relación directa entre el consumo de sulfitos en el vino y las cefaleas. Investigaciones científicas recientes, como un estudio de la Universidad de California, Davis (2023), desvinculan al SO2 como el culpable principal de las migrañas tras beber vino tinto.
La evidencia científica apunta, en cambio, a la quercetina. Este flavanol natural, presente en la piel de las uvas tintas, puede inhibir la enzima responsable de metabolizar el acetaldehído, provocando síntomas como enrojecimiento facial, náuseas y dolor de cabeza.
Los Riesgos Reales: Asma, Alergias y la Alerta de la EFSA
Aunque los sulfitos no sean la causa de las cefaleas generalizadas, sí representan un riesgo real para ciertos grupos. La hipersensibilidad a los sulfitos afecta notablemente a entre el 5% y el 10% de las personas asmáticas, pudiendo provocar broncoconstricción. De hecho, la American Contact Dermatitis Society designó a los sulfitos como «Alérgeno del Año» en 2024.
Además, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha emitido una preocupación sobre la falta de datos toxicológicos actualizados. La EFSA advierte que los grandes consumidores de sulfitos pueden superar los niveles de Ingesta Diaria Admisible (IDA) y sugiere la posibilidad de riesgos neurotóxicos emergentes.
El Gran Reto Tecnológico: Investigando Sustitutos al SO2
Ante las preocupaciones sanitarias y regulatorias, el sector vitivinícola ha acelerado la inversión en investigación para encontrar alternativas al SO2. No obstante, el desafío es complejo, pues no existe un sustituto único que cumpla simultáneamente con la misma eficacia y coste sus funciones antioxidantes y antimicrobianas.
Las líneas de investigación incluyen tecnologías físicas, como los campos eléctricos pulsados o el procesamiento por alta presión; y métodos biológicos, como el uso de la bioprotección mediante microorganismos benignos o extractos polifenólicos. La tendencia actual es una estrategia combinada: reducción progresiva del SO2 junto con la implementación de nuevas tecnologías.
El Etiquetado y las Diferencias entre Vinos Convencionales y Orgánicos
Las normativas internacionales exigen que se indique en la etiqueta la presencia de sulfitos si el contenido supera las 10 partes por millón (ppm), con el fin de proteger a las personas sensibles. Es importante recordar que ningún vino está totalmente libre de sulfitos, ya que estos se generan naturalmente durante la fermentación.
Existen diferencias regulatorias en el segmento orgánico. En Europa se permite la adición de SO2, aunque con límites más bajos que para los vinos convencionales. En Estados Unidos, solo los vinos con menos de 10 ppm totales pueden llevar el sello “USDA Organic” sin adición de sulfitos.
El informe concluye que el sector tiene la doble tarea de informar correctamente a los consumidores para desmontar mitos infundados y, simultáneamente, invertir en investigación toxicológica moderna y en el desarrollo de alternativas viables para reducir aún más la presencia de SO2 en los vinos.
