Un recorrido sensorial por elaboraciones nacidas entre los 1.600 y los 2.850 metros de altitud, demostrando la capacidad productora y la diversidad de los Andes.

Cinco Siglos de Historia bajo la Sombra de los Andes
Para muchos consumidores, la existencia de vino de calidad elaborado en Bolivia es una novedad. Sin embargo, la viticultura en estas tierras está amparada por más de cinco siglos de historia. La vid fue introducida en el siglo XVI con los misioneros, estableciéndose las primeras plantaciones en Cinti y, posteriormente, en Tarija. Aunque el cultivo sufrió un retroceso tras el colapso del Imperio Español en el siglo XIX, una nueva mentalidad productiva y la introducción de técnicas modernas en la segunda mitad del siglo XX marcaron el inicio de un renacimiento.
Actualmente, este resurgimiento se concentra en tres regiones principales: Valle de Cinti, Valle Central de Tarija y Valle de Samaipata, sumando unas 5.000 hectáreas cultivadas. El objetivo es claro: situar a Bolivia en el mapa vitivinícola internacional a través de vinos de alta calidad.
El Renacimiento Vitivinícola y sus Terroirs Únicos
La reciente cata en Madrid, celebrada en el marco de la II Bienal Internacional del Vino Boliviano, permitió un acercamiento directo a esta producción. Los vinos bolivianos tienen una característica distintiva que los hace únicos: son elaborados en viñedos ubicados a gran altitud, entre los 1.600 y los 2.850 metros sobre el nivel del mar. Esta orografía, combinada con la vendimia totalmente manual y, a menudo, con cepas en vaso de más de 200 años, imprime un carácter fiel a sus orígenes.
De Cepas Criollas a la Sorpresa del Marselan
La degustación se inició con una muestra de vinos procedentes de uvas criollas como Vischoqueña, Negra criolla y Misionera. Estas elaboraciones mostraron un perfil rústico, baja acidez e identidad propia, muy diferenciado de los estilos europeos.
Posteriormente, la cata se centró en varietales de influencia francesa, como Syrah y Cabernet Sauvignon, donde el clima andino confiere un carácter único. La gran revelación para muchos fue el Marselan, un cruce entre Garnacha y Cabernet Sauvignon. Este vino destacó por su gran frescura, tanino dulce, fruta negra y un perfil muy redondo, consolidándose como una variedad en pleno auge en las bodegas bolivianas.
El Tannat: El Buque Insignia con Potencia y Frescura
La cata culminó con la variedad más representativa y el buque insignia de la viticultura boliviana: el Tannat. Los vinos catados mostraron gran potencia y estructura, con perfiles variados según la crianza. Se percibió una notable frescura, mucha fruta, y complejidad aportada por notas especiadas, tabaco o chocolate.
Para completar el abanico, se degustaron vinos dulces de gran dulzor, con notas de caramelo y miel. En definitiva, la cata presentó una diversidad de blancos, rosados, tintos, vinos con diferentes crianzas y dulces, demostrando la capacidad productora y el esfuerzo de sus pequeños elaboradores, que se presentan con una identidad marcada al mundo vitivinícola.
