Cooperativismo vitivinícola del siglo XXI: la visión imprescindible de José Antonio Briz

En Logroño se celebró recientemente una mesa redonda patrocinada por la Fundación Caja Rioja, organizada por Javier Pascual de La Prensa del Rioja. Reunió a tres voces clave del cooperativismo vitivinícola: José Antonio Briz (director general de Grandes Vinos y Viñedos S.A. de Cariñena), Alfredo Sánchez Sodupe (presidente de FECOAR y vicepresidente de la cooperativa Señorio de la Estrella de san Asensio) y Judith Hernaiz (gerente de la cooperativa de Murillo de Río Leza). Bajo el título “Cooperativismo vitivinícola del siglo XXI”, los ponentes trazaron un diagnóstico de la realidad actual y aportaron ideas para revitalizar un modelo con casi setenta años de historia en Rioja.

Un sector con desafíos

Para contextualizar, conviene recordar que las cooperativas vitivinícolas en Rioja se remontan a los años 50 del siglo pasado. Hoy en día, esta red asociativa agrupa a más de 7.000 socios que cultivan alrededor de 17.000 hectáreas de viñedo, trabajando en 24 cooperativas de vino con cerca de 300 trabajadores y alcanzando casi 200 millones de euros de facturación anual, lo que equivale al 30 % del volumen total de Rioja comercializado cada campaña. Sin embargo, el sector se encuentra hoy “muy castigado” por razones estructurales (falta de renovación generacional, modelo de gestión anticuado) y coyunturales (descenso del consumo de tintos y precios bajos de la uva en la DOCa Rioja).

Pese a ello, el control exhaustivo del viñedo en cada pueblo permite a las cooperativas elaborar vinos de gran calidad y personalidad de “pueblo”. No obstante, la percepción generalizada sigue siendo desfavorable: existe la imagen de baja calidad y gestión deficiente. Por ello, todos los ponentes coincidieron en que es imprescindible un cambio de rumbo en la gestión y en la comunicación del modelo cooperativo, poniendo el acento en la profesionalización interna, la formación continua y la construcción de marca.

Profesionalizar la gestión y formar a la junta rectora

José Antonio Briz subrayó en su intervención que la gestión cooperativa debe modernizarse urgentemente. Para avanzar, explicó, las cooperativas deberían aspirar a un esquema de gobernanza más próximo al de una sociedad donde la dirección se encargue de la operativa diaria de la bodega. Esto implica que las juntas rectoras se formen, y que la gerencia se profesionalice contratando directivos con experiencia. Además, Briz insistió en implantar reglamentos internos exigentes para asegurar la trazabilidad y la calidad de la uva, recurriendo incluso a sistemas de GPS en los remolques para evitar fraudes y garantizar que cada kilogramo proceda del viñedo declarado. De esta forma, se condiciona el precio que recibe cada socio a parámetros de calidad muy amplios, incentivando la excelencia en el campo y elevando la reputación del vino cooperativo.

En esta línea, y durante el desarrollo de la charla, se resaltó la necesidad de formación de los socios viticultores en “mejores artes en viticultura” es tan crucial como la capacitación de la junta rectora en aspectos de gestión empresarial. El objetivo de la mejora medioambiental y de procesos no solo mejora la calidad de la uva, sino que contribuye a la sostenibilidad del modelo cooperativo. La formación debe ser continua y práctica, de modo que cada viticultor comprenda cómo su trabajo diario se traduce en un precio justo y en la fortaleza de la marca cooperativa.

Sostenibilidad social y permanente en la zona rural

La posibilidad de asentar población en el medio rural es, según Briz y Sodupe, una de las grandes virtudes del cooperativismo vitivinícola. Las cooperativas distribuyen la riqueza entre los socios que viven en la localidad, evitando el éxodo hacia las ciudades y generando empleo directo e indirecto en servicios vinculados al sector (maquinaria, comercialización, enoturismo).

Relevo generacional y renovación del liderazgo

Uno de los talones de Aquiles de las cooperativas es el envejecimiento de sus socios: la edad media supera los 60 años. Los tres ponentes coincidieron en la necesidad urgente de rejuvenecer las juntas rectoras con socios jóvenes que aporten ideas renovadoras y manejen herramientas digitales para impulsar la marca y gestionar la comercialización en línea. Pero también es esencial diseñar planes de integración para los hijos de los viticultores.

Gracias a la contratación de técnicos de campo que mantienen las parcelas de propietarios mayores o de herederos dispersos, la cooperativa evita que esas tierras se abandonen o vendan. De esta forma, garantiza la continuidad de la masa vegetal y ofrece a los viticultores mayores un ingreso estable sin necesidad de ceder la propiedad. Este esquema fortalece la sostenibilidad social, mantiene el viñedo vivo y genera una oferta constante de uva de calidad. Este mantenimiento de la viña en la cooperativa asegura la sostenibilidad económica de la cooperativa.

Modelo de venta: equilibrar granel, embotellado y marca propia

Otro aspecto clave abordado fue el modelo de gestión de la venta. Tradicionalmente, las cooperativas han dependido mayoritariamente de la venta a granel, ajustando la producción a las necesidades de grandes bodegas compradoras. Pese a que este sistema aporta liquidez rápida, no deja valor añadido para la marca cooperativa y limita el margen de beneficio. Un mix perfecto que combine la venta en granel, la elaboración de vino embotellado y el desarrollo de nuevos modelos de negocio.

El volumen de vino embotellado es aún modesto en muchas de las cooperativas de FECOAR, pero es interesante que se marquen como objetivo crecer en esta línea. La marca propia debe comunicar los valores asociados: origen, tradición vitícola, prácticas sostenibles y justa retribución al viticultor. De esta manera, las cooperativas ganan poder de negociación y pueden acceder a nichos de mercado interesantes.

Respaldo institucional y financiero

Durante el coloquio, se solicitó la intervención de la Consejera de Agricultura, quien brindó su apoyo al modelo cooperativo de Rioja, destacando su importancia para el primer sector y manifestando la disposición de la administración para apoyar iniciativas de mejora. Aseguró que existen programas específicos para modernización, digitalización y formación, así como líneas de subvenciones para proyectos de economía circular en el viñedo.

Por su parte, representantes de CaixaBank subrayaron la implicación del banco en la industria rural, ofreciendo productos financieros adaptados al primer sector y a las peculiaridades de este tipo de negocios.

Quiero agradecer  a mi buen amigo Javier Pascual, director de La Prensa del Rioja, por brindarme la oportunidad de presentar a los ponentes y moderar esta mesa redonda tan enriquecedora. Las reflexiones de José Antonio Briz, Alfredo Sánchez Sodupe y Judith Hernaiz refuerzan mi convicción de que el cooperativismo vitivinícola del siglo XXI debe pivotar sobre la profesionalización de la gestión, la formación continua, el relevo generacional y la construcción de marca. Este modelo social de negocio se alza como fuente de riqueza para nuestros pueblos: lo que se genera en la cooperativa se reparte entre los socios que viven en el territorio, evitando la despoblación y manteniendo vivo el viñedo.Con una mejora continua de la gestión y una comunicación clara de los valores cooperativos —calidad, sostenibilidad y arraigo rural— las cooperativas pueden recuperar la imagen de antiguamente y demostrar que “vino cooperativo” equivale hoy a excelencia, solidaridad y futuro.

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