Un nuevo estudio revela que el aumento excesivo de indicaciones geográficas puede generar «fatiga informativa» en el consumidor, diluyendo el valor de la marca regional y afectando negativamente a la rentabilidad de las bodegas.
El dilema de la especificidad: ¿Más es siempre mejor?
Las indicaciones geográficas (IG) nacieron para identificar productos con una calidad vinculada a su terroir. Sin embargo, el sector vitivinícola mundial vive una explosión de nuevas subdivisiones.
La investigación demuestra que la relación entre el número de denominaciones y el precio sigue una curva de «U» invertida:
- Fase de crecimiento: Al principio, crear una denominación ayuda a diferenciar el producto y permite a las bodegas cobrar una prima por su origen.
- El punto de saturación: Una vez que se supera un número crítico de regiones (estimado en torno a 8 para el caso de estudio), el beneficio marginal cae.
- Fatiga informativa: Demasiadas regiones hacen que al consumidor le resulte costoso y difícil estar informado, lo que diluye la eficacia de la denominación como señal de calidad.
Reputación colectiva vs. Reputación de bodega
El estudio destaca un dato clave para la estrategia comercial: la reputación colectiva (la de la propia Denominación) tiene un impacto mucho más fuerte en los vinos de segmentos de precio bajo y medio. Los consumidores de estos rangos prefieren confiar en la «marca regional» para reducir costes de búsqueda.
Por el contrario, en los vinos premium o de alta gama, la reputación individual de la bodega es la que realmente mueve el precio, restando importancia a la denominación específica bajo la que se ampare.
Implicaciones para el futuro del sector
Los investigadores sugieren que la proliferación descontrolada de nuevas regiones puede crear una «externalidad de información» negativa para las bodegas ya establecidas. Entre las recomendaciones técnicas destacan:
- Mayor escrutinio: Introducir análisis estadísticos rigurosos antes de aprobar nuevas subdivisiones geográficas para evitar la fatiga del mercado.
- Estándares de calidad: Vincular las denominaciones no solo a una ubicación geográfica, sino a niveles mínimos de calidad para evitar que empresas con bajos estándares se aprovechen de la reputación colectiva.
- Revisión de regiones: Considerar la retirada de denominaciones que no generen un valor real o una prima de precio en el mercado.
